lunes, 24 de marzo de 2008

LA INJUSTICIA FINANCIERA

Por Dr. Cuauhtémoc D. Molina García

Las finanzas públicas -no obstante su obvio componente económico y técnico- constituyen ante todo un proceso político que nace y concluye (como debate) en los parlamentos o instancias legislativas. El fin natural de toda decisión financiera pública es social, pues los dineros que el Estado recauda son recursos públicos, de uso público y de finalidad pública, y consecuentemente social.
Los parlamentos o congresos son, históricamente, hijos del presupuesto, pues nacieron a partir de la necesidad de que los actores políticos debatieran la naturaleza misma del Estado y su financiamiento. La cuestión de los impuestos fue y es crucial en el discurso de las sociedades de toda democracia liberal.
En este sentido, uno de los problemas centrales del debate financiero público es la ausencia, al menos en México, de las llamadas reglas asignatarias de los recursos financiados para que éstos regresen a la sociedad en forma justa y equitativa por medio de los servicios públicos.
Este es el caso de la retribución que la federación mexicana hace a los municipios, una vez que aquélla llena la cazuela y se dispone a "redistribuir" lo financiado a los ayuntamientos.
¿Cuánto y a quiénes retribuir lo recaudado por la federación?, ¿con base en qué criterios o reglas un municipio debe obtener más que otros?, ¿por qué razones los municipios pobres, puesto que son precarios, reciben paradójicamente menos que los municipios grandes, que pueden potencialmente ser más "ricos" en términos presupuestales?
Para 2008, el Estado de Veracruz presenta en su Hacienda Pública el sempiterno fenómeno de la inequidad, en cuanto a la "concentración" de los ingresos municipales se refiere.
De 212 municipios que existen en la geografía veracruzana, casi el 54 por ciento de esos ingresos irá a 192 ayuntamientos, y el 46.6 por ciento lo recibirán tan solo 20 municipios.
Nos queda claro que los receptores de los recursos no son los municipios en sí, sino los ayuntamientos que políticamente los administran y dirigen y son estos los responsables, primero de gestionarlos, y luego de darles una aplicación eficiente y honesta.
Pero el problema de fondo radica en la ausencia de esas reglas asignatarias y es un problema que nace en el Congreso federal y que desciende a los Congresos locales y al interior mismo de las administraciones públicas municipales, que año con año enfrentan el problema de la jerarquización de los problemas y de las necesidades para cubrirlos con recursos que, por un lado son cada vez más escasos, y por otro cada vez más inequitativos en su asignación y dotación.
Los legisladores -responsables de estos procesos- están política y socialmente obligados a enfrentar el problema de la escasez de recursos públicos en dos frentes: uno el de la iliquidez misma, y el otro el de la injusta redistribución de los recursos fiscales.
Se dice que hay que hacer más con lo mismo; pero ese es un problema de técnica y de eficiencia administrativa. El punto real de confrontación no es la eficiencia, sino la injusticia fiscal.

domingo, 9 de marzo de 2008

EL GASTO Y LA ELECCIÓN PÚBLICA

Dr. Cuauhtémoc D. Molina García

La política económica deviene en dos instrumentos fundamentales: la política monetaria y la fiscal. Ésta última se expresa mediante decisiones públicas centradas en el financiamiento de los recursos estatales (ingresos) y son contrapartida: los egresos, cuyas decisiones de orientación y destino, monto y aplicación, conforman lo que llamamos —en finanzas públicas y en economía— la política de gasto público.
El gasto público posibilita a los administradores gubernamentales la realización de los objetivos del Estado y de los propios de sus administraciones, emanadas de las propuestas políticas de sus respectivos partidos. Estos objetivos deben responder a la búsqueda de mejores niveles de vida para la sociedad, según la filosofía de las finanzas públicas modernas, es decir, las que se inspiran en un Estado social demócrata.
Será tarea fundamental de las finanzas públicas la gestión de los recursos necesarios para el desarrollo del Estado y de la sociedad que éste tutela. En tal virtud, una política pública responsable será aquélla que anhele la aplicación de medidas tendientes a mejorar nuestra participación en el ingreso federal de modo que podamos, como sociedad y como actores ciudadanos, hacer más eficiente el uso de los recursos humanos económicos y materiales, siguiendo una política de equilibrio presupuestal o de déficit, según las urgencias sociales y los ciclos económicos.
En la búsqueda de la eficiencia en materia financiera y propiamente política, todas las áreas del servicio público deberían orientar sus recursos con base a las prioridades de los planes estatales o nacionales de desarrollo, emanados del trabajo realizado entre la sociedad organizada y el gobierno durante el proceso de búsqueda del voto ciudadano.
Aquí se muestra un enfoque estratégico y fundamental en la orientación de la política contemporánea en el marco de los estados liberales: la perspectiva de la Elección Pública o Public Choice.
Esta orientación teórica de las finanzas públicas asume que el Estado es un componente de la oferta política —ofrece bienes y servicios públicos— y que la sociedad integra la demanda de dichos servicios. Entre ambos se conforma, consecuentemente, un mercado en el que los partidos políticos intermedian ofreciendo proveedores de candidatos y ofertas que los ciudadanos deberán elegir durante los procesos electorales. Los ciudadanos, idealmente, “compran” la oferta mediante sus votos y sus impuestos, es decir, contratan a sus servidores públicos, los que idealmente deberán satisfacer las necesidades y expectativas ciudadanas. Si los ciudadanos quedan satisfechos, seguirán votando por los mismos proveedores políticos —candidatos y propuestas públicas— lo cual significa continuidad en la contratación pública.
Si los ciudadanos viésemos así la política, entenderíamos cabalmente que un funcionario —desde el poder ejecutivo hasta el legislativo, y aún el judicial— es en realidad nuestro servidor y que sus acciones estarán orientadas a congraciarse con nosotros para recontratarles en cada elección pública, si ese fuese el caso.
En este marco, el gasto público en sí mismo, y la política que le sustenta, deberían estar orientados no al dispendio ni al enriquecimiento de los funcionarios del Estado, sino al mejoramiento de los bienestares sociales y, sobre todo, a su ejercicio abierto en el marco de la transparencia y la información democrática. Lo que hoy los neoliberales llaman el accountability.

LA POLÍTICA DE BIENESTAR SOCIAL

Dr. Cuauhtémoc D. Molina García

No esta tan lejana la postura que sostiene que el bienestar social es una corresponsabilidad ciudadana muy parecida al lema fraternal de los Tres Mosqueteros: "Uno para todos y todos para uno", el cual se manifiesta solo en ciudadanos orientados a la solidaridad en el marco de una cultura política emanada de la democracia participativa.
La política de bienestar social se sustenta dentro de un proceso educador y de desarrollo integral del individuo dónde se ponga especial énfasis en los valores fundamentales del ser humano, así como en aquellas actitudes y acciones que eleven su calidad de vida y hagan del ciudadano la persona consciente, libre y justa que la sociedad requiere.

Por lo tanto para la plena eficacia de los proyectos emprendidos se requiere la participación y esfuerzo de la población y el apoyo de las instancias de gobierno, permitiendo así a los grupos sociales buscar y alcanzar los fines que les son propios. Se debe alentar y facilitar la integración de agrupaciones que incidan en la reestructuración del tejido social que posibilite la participación efectiva de la persona, de las organizaciones y del gobierno conforme a los principios de subsidiariedad y solidaridad.
La plena realización del hombre y de la sociedad es el propósito final del bien común. Entendemos a la justicia social como una parte del bien común y creemos que la política comunitaria es un instrumento para alcanzar el bienestar de la comunidad. La lucha por la justicia es una responsabilidad compartida por el gobierno y la sociedad. Todos los miembros de nuestra sociedad tenemos el derecho y el deber de participar en las tareas del desarrollo.
El bienestar social no puede ni debe concebirse como herramienta de manipulación de las familias menos favorecidas por el vertiginoso y anárquico crecimiento poblacional. Estamos en un proceso para entender que mediante la práctica de la justicia, la legalidad, la honestidad, y la subsidiariedad son posibles los avances sociales más trascendentes.
Consideramos como una negación de la democracia y la ética cualquier propuesta que convierta los programas y acciones de gobierno en instrumentos de manipulación de las personas. Rechazamos por igual el corporativismo social y el clientelismo político. Ambos atentan contra la dignidad humana y la libertad de las personas.
En ese sentido el desarrollo debe ser armónico y llevar implícito una educación más amplia y de mejor calidad y realizar mayores esfuerzos para el desempeño cultural, deportivo, del servicio eficiente y promoción de satisfactores de primer orden como la distribución de agua potable, más empleos, viviendas y transporte público entre otras premisas, para el logro de los objetivos fundamentales.
El gobierno seguirá basándose en la sociedad participativa como la vía fundamental para estimular el espíritu de decisión, el sentido de responsabilidad y la libertad de los integrantes de las organizaciones sociales.
La autoridad asumirá con plena responsabilidad su papel de coordinador, promotor, organizador y motivador de los esfuerzos encaminados a fortalecer el bien común, acción compartida de sociedad y gobierno corresponsables en la gran tarea de elevar la calidad de vida de los habitantes del Estado.

LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO



MAX WEBER
Comentarios de Cecilio Santiago A.


Introducción.
Weber expone un documento de Benjamin Frannklin que resume las características del "espíritu":

El tiempo es dinero (no solo se pierde esa suma, sino lo que esta hubiera
producido).
El crédito es dinero.
El dinero es fértil y
reproductivo.
El buen pagador es dueño de la bolsa de cualquiera.
Inculcar en la vida
de un joven puntualidad y justicia en los negocios.
Ser cuidadoso y honrado
(pagar las deudas...).
Llevar cuentas de
gastos e ingresos, no considerar
como tuyo todo cuanto posees.
Inculcar
el ahorro, ya que los pequeños gastos
llevan a grandes ingresos. Llevar
prudencia.

El documento resume los principios de esa ética o ethos del capitalismo moderno (Occidental), que viene a decir que la moralidad es útil porque proporciona crédito y éstas con virtudes que benefician solo al individuo (consecuencia ligada al utilitarismo: utilidad de la virtud). Esto es un fin vital, el expresar la virtud en el trabajo.
Comenta el autor algunos rasgos del espíritu. Defiende que la mentalidad profesional es fruto de un proceso educativo, ni se nace con ella ni se induce con salarios. El hombre no existe para el negocio, sino que el negoció existe para el hombre. El "espíritu" rechaza la ostentación y el reconocimiento social, de la importancia a lo cualitativo y no lo cuantitativo.
Después de describir brevemente las características básicas del ethos capitalista, vamos a exponer la visión de Weber respecto a la influencia que sobre él ha tenido el protestantismo.
La palabra "profesión" se utiliza por primera vez en la traducción Luterana de la Biblia (en sentido literal), y en sentido ideal constituye un dogma común a todas las confesiones protestantes. Sienten como un deber la tarea del trabajo y el cumplimiento de los propios deberes es la mejor forma de agradar a Dios (Esta afirmación constituye la principal aportación de la reforma).
Weber critica de Lutero el hecho de que predique la obediencia a la autoridad, que hace que cada cual se "conforme" con lo que le ha tocado en la vida. Opina el autor que no hay afinidades muy claras entre Lutero y el capitalismo, por ello desvía la investigación hacia el Calvinismo y otras opiniones puritanas, con el objetivo de buscar ese nuevo sentido que se da en la ética capitalista, la obra social para Dios, para salvar el alma. Es una ética profesional que está al servicio de la vida terrenal de la colectividad. Son tareas impuestas de manera objetiva e impersonal por ley natural, y no son elegidas por Dios, son "instrumentos de él y no "recipientes". Al estado de gracia se llega con la fe en uno mismo, con seguridad.
Esta necesidad del trabajo se inculca para ahuyentar toda duda religiosa, racionalizando así la vida moral, sistematizándola. Dentro de esta ideología entre la preocupación por el porvenir y no por el goce (ascetismo protestante). Esto le acerca bastante al frío espíritu jurídico y activo del empresario burgués capitalista.
El hecho de pasar al estado de gracia (Status Gratiae) a través de la reflexión, le daba a la ideología reformada el carácter ascético y este tenía un poder liberador ya que era una ascesis terrenal, y no sobrenatural (como la ascesis puritana defendía).


2. Relación entre las ascesis y el espíritu capitalista.
En la última parte de su obra, Weber refleja la conexión que hay entre el ascetismo protestante y la economía.
Para esta ideología la riqueza era un grave peligro. Aspirar a ella es absurdo (comparado con la inmensidad de Dios) y éticamente reprobable.
El ascetismo protestante se ve aumentado por la influencia de otros dogmas como el movimiento bautizante o los cuáqueros. Surge un nuevo protestantismo ascético más riguroso que el calvinismo (aunque se basa en él).
La nueva ascesis va contra todo ánimo de lucro, riquezas... Es moralmente reprobable descansar en la riqueza y gozar de los bienes. Prohibía tomarse el trabajo como algo ocioso por que era el fin absoluto de la vida prescrito por Dios. Las consecuencias principales de esta nueva ascesis son:
Se van especializando los trabajos, se coge mayor destreza, por lo que aumenta tanto cualitativa como cuantitativamente el provecho del bien general. La profesión no fija llevaba al ocio en el trabajo, al desorden en la vida. El Trabajador que era profesional tenía un orden en su trabajo, era un ejercicio virtuoso y una comprobación del estado de gracia a través de la honradez, cuidado y método.
No hay que conformarse, como decía Lutero, con lo que "disponga Dios" (con la que nos toque). Si no que hay que cambiar de trabajo si va a resultar más grato (útil) según criterios éticos, de bienes para la colectividad y de provecho para el individuo. Esto es, no era una lucha contra el lucro racional, sino contra el uso irracional de las riquezas. De este modo, di Dios un lucro en le camino lo hace por un fin y hay que aprovecharlo. La riqueza es ilícita solo cuando supone un goce y una despreocupación.
Respecto a la producción de bienes, el ascetismo lucha contra la sed de bienes, deslealtad y consumo. No gastar inútilmente, si no que se debe invertir en fines productivos. Es así como se forma una capital como consecuencia de la acción ascética del ahorro.
El empresario burgués ascético podría girarse por intereses de lucro si su estado de gracia era bendecido por Dios. Siempre se mueve dentro de los límites de la corrección normal con una conducta ética intachable, por lo que nunca hacía uso inconveniente de las riquezas.
Éste empresario ponía a su disposición a trabajadores sobrios, de gran resistencia y lealtad profesional.
Si existe una repartición desigual de bienes, es obra de la providencia divina.
Respecto a la "productividad" de los salarios bajos, opinaban que la pobreza movía a la gente a trabajar (como ya dijo Calvino).
De todas estas actitudes de vida se concluye que se va recaudo la raíz religiosa y aumentando el sentido utilitarista.
Weber, después de este análisis, considera esta ideología ascética como la máxima palanca de la expansión de la concepción de la vida que él llama "Espíritu del Capitalismo".
Más tarde, según el autor, estas ideales fracasan al no resistir la tentación de la riqueza. Lo que en un primario fue la racionalización de la conducta sobre la base de la idea profesional, hoy se ha convertido en un capitalismo que descansa en fundamentos mecánicos, y ha tomado en sentido de lucha y competitividad.

Critica.
Max Weber se sitúa como un intelectual de gran importancia en el s. XX gracias a su contribución ideológica en contraposición al materialismo Marxista. Sus estudios acerca de la economía y la religión son aun de gran relevancia, destacando "Economía y sociedad", y sus estudios sobre las religiones mundiales, especialmente "La ética protestante y el espíritu del capitalismo". Así, sus teorías se enfrentaron a aquellas que proponían a los medios de producción como los únicos capaces de condicionar la conducta humana, evitando un determinismo que el materialismo, en cierta medida, acepta implícito en el sistema social.
Aun así, debemos realizar ciertas críticas a la metodología de Weber, como es el hecho de ser un sociólogo sin experiencia de campo, es decir, todos sus conocimientos son elaborados sin haber estado en los lugares de los que habla, a través de un gran conocimiento enciclopédico del tema, trabajado a partir de una extensísima bibliografía y con la ayuda de métodos estadísticos, que puede ser la razón de que ciertas apreciaciones de otras religiones no cristianas no se acerquen al grado de precisión que tiene en estas debido a su mayor conocimiento. También debemos recordar, que el mismo opina que trata aspectos superficiales, en algunos casos, de lo estudiado, lo cual nos lleva a dudar de sus conclusiones, muchas veces obtenidas a través de inferencias.
Pero, finalmente, no podemos olvidar el gran valor que concede Weber a la acción humana como capaz de modificar las estructuras sociales, y en concreto a la ideología, en todas sus vertientes, y especialmente en la religiosa, como motor e impulsor de la sociedad, que se refleja constantemente en la acción humana.





Bibliografía.
1. Nueva enciclopedia LAROUSSE (Planeta) Tomo 10.
2. Enciclopedia Hispánica/Macropedia (Enciclopedia Británica publishers, inc. Volum. 14).
3. Freund, J. "Sociología en Max Weber". Península, Barcelona, 1986.
4. Giddens, A. "Política y economía en Max Weber". Alianza, Madrid, 1976.
5. Weber, M. "Ensayos sobre sociología de la religión. 3 vols. Taurus, Madrid, 1987.
6. Weber, M. "Economía y sociedad". Fondo de cultura económica. México, 1977.
7. Weber, M. "La ética protestante y el espíritu del capitalismo". Península, Barcelona, 1994.