sábado, 15 de noviembre de 2008

MENOSPRECIO FINANCIERO POR LA EDUCACIÓN SUPERIOR

Dr. Cuauhtémoc D. Molina García

Muy superada quedó la discusión respecto de si la educación constituye o no un factor básico del crecimiento y del desarrollo económico. Esta más que claro que la educación es un componente básico de la democracia, la productividad, la salud, la paz y la armonía sociales. Sin educación, todos los esfuerzos del Estado para contribuir al desarrollo económico son nulos. Sin embargo, por razones incomprensibles -no necesariamente financieras- el Estado mexicano continúa mirando de soslayo los presupuestos públicos destinados a la educación, especialmente la superior. Hoy en día, los países que más crecen son los que en las décadas recientes han atendido adecuadamente este sector de la sociedad y de la economía: la educación.
Los componentes básicos de la educación superior son, entre otros, la inversión en bienes, capacitación y desarrollo de los académicos, apoyos a programas generales y específicos y, sobre todo, las asignaciones financieras a la investigación científica pura y aplicada, es decir, la tecnología. Siendo un compromiso del Estado la inversión en capital humano -sin duda la mejor de las inversiones- lo que vemos es cada vez más un gradual y sostenido deterioro de las dotaciones presupuestales a este rubro del gasto público federal.
El secretario general de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), Rafael López Castañares, anunció que, para 2009, la educación superior recibirá el 0.58% del producto interno bruto (PIB), proporción verdaderamente pobre para las necesidades del país. El presidente Felipe Calderón prometió, en campaña, 1.5 por ciento del PIB, lo cual se ve lejos, pues anualmente el presupuesto debería crecer al menos en un 0.15%, y lo que realmente vemos es que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SCHP) recortó alrededor de mil 426 millones de pesos de los recursos destinados a educación superior, respecto de los aprobados por la Cámara de Diputados en el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2008, decisión que afecta a las universidades públicas federales, estatales y tecnológicas del país, pues reduce la inversión del Estado de 0.67 a 0.66 por ciento del producto interno bruto (PIB) para este sector.
Por su parte, la Universidad Veracruzana (UV), con poco más de 40 mil alumnos, ve reducir sus fondos de operación financiera en 474. 6 millones de pesos para 2009, respecto del año que concluye, lo que constituye un deterioro sustancial y lamentable.
Ciertamente, los sistemas de presupuestación deberían ser más eficaces y dirigidos a programas específicos que apuntalen efectivamente el desarrollo académico de las instituciones o establecimientos de educación superior. Las formas y mecanismos de distribución interna de los recurso públicos requieren revisión urgente.
En el caso de la UV, es más que aparatosa la cantidad de personas que laboran en la rectoría, pues la proporción ha llegado a ser absurdamente de "1 a 1" entre el personal académico y el administrativo. Por otro lado, los sueldos de sus funcionarios de alto nivel, más las prestaciones y las prebendas, resultan por demás oprobiosos dadas las necesidades de las instalaciones universitarias, incluso en Xalapa; no se diga en el interior del estado. Muchas facultades carecen de los medios indispensables para operar con dignidad: cero laboratorios, servicios sanitarios asquerosos, bancas deterioradas, seguridad nula, protección civil ausente, no obstante los fideicomisos financiados con dinero que se cobra a los propios estudiantes. Si, en efecto, es preciso que los recursos financieros asignados a las instituciones de educación superior sean más altos, pero también que sean administrados con eficiencia y honestidad.
Por desgracia, parece ser que los enormes presupuestos destinados a la política (IFE y partidos políticos) merecen, al parecer, más atención e interés por parte de los medios de comunicación, que los asignados a la educación superior, no obstante que solo sirven para mantener en la ubre a los "grillos" y demás vividores de la política. Los dineros públicos asignados a la política son perfectamente inútiles sin una sociedad educada.

miércoles, 16 de abril de 2008

LA REFORMA ENERGÉTICA ES TAMBIÉN UNA REFORMA FINANCIERA

Por Cuauhtémoc D. Molina García

En principio, PEMEX puede significar muchas cosas para los mexicanos, para la historia de México e incluso la de Latinoamérica, sobre todo por cuanto se refiere a la lucha contra la explotación del imperialismo y la reinvindicación de los pueblos. Pero ante todo, PEMEX significa un componente vital y central de las finanzas públicas nacionales.

Desde hace tiempo se sabe, y ahora se recalca con insistencia, que cada peso fiscal que el Estado mexicano ingresa y gasta, de conformidad con su Presupuesto Federal, posee el 40 por ciento de ingrediente petrolero, y que solo el 60 por ciento se financia con los ingresos propios y normales de todo sistema fiscal: los impuestos, los derechos y los aprovechamientos. Esto significa que casi la mitad del presupuesto público federal esta financiado con los ingresos, siempre contingentes, que genera el petróleo. La dependencia que el gasto público tiene del petróleo es grave, pues coloca a la economía nacional en situación vulnerable y al garete de los mercados internacionales, que son los que fijan el precio del crudo y, por ende, los ingresos federales. Lo hemos dicho aqui: si no tuviésemos petróleo, México estaría en condiciones similares a cualquier país africano, o quizá peor, dada la magnitud de nuestra población.

Precisamente por eso se necesitan cambios drásticos y estructurales en el régimen jurídico del sector energético y cambios igualmente radicales en la estructura de las finanzas públicas mexicanas. Ya no se puede, ni se debe, depender fiscalente de los ingresos petroleros, pues por un lado se pone en riesgo la economía y, por otro se descuida la salud financiera y tecnológica de la industria petrolera nacional. Y esto último es, para nuestra poca fortuna, lo que ha sucedido desde años. Los pozos de Cantarel cancelaron los riesgos y los costos políticos, y todos los actores políticos y gubernamentales comodamente se atuvieron al destino del petróleo, pensando que el futuro nunca iba a llegar. Y llegó.

Pero, ¿cuál es el sentido de la reforma energética, también financiera que se propone?
Todo mundo tiene en boca la tal reforma. Los políticos la manejan a su antojo para colocarse electoralmente como adalides de la historia, la soberanía y del patritismo. Los gobernantes buscan desligar el presupuesto público de los ingresos petroleros pero a costa de los intereses nacionales, los periodistas y editorialistas, por su parte, solo son "caja de resonancia" que actúan como multiplicadores de opinones, pero no forman opinión, más bien la deforman. ¿Qué es en si la reforma?

La reforma energética, dice Mario Rocha Montiel (ENEP, Acatlán, UNAM, 2003), "puede definirse como el cambio del marco jurídico que permita la participación de empresas privadas y sociales en la generación y distribución de la energía eléctrica, en la extracción y el procesamiento de petróleo, y en la producción de otras formas de energía".

Ahora bien, son muchas las formas de permitir la participación del capital privado en la industria petrolera y no todas significan "venta" ni "privatización" de PEMEX. El Estado mexicano debe permanecer como dueño y árbitro de las riquezas nacionales, pero así como conseciona el servicio de transporte -terrestre y aéreo- o bien el espacio para las comunicaciones, así también debe concesionar ciertas áreas de actividad dentro de la industria. Los expertos deben opinar y sugerir las mejores formas de participación, que es necesariamente financiera. Algunas son más comprometedoras que otras, unas lasceran la soberanía más que otras, pero eso se debe discutir en un debate nacional abierto y maduro. Las voces son muchas y contradictorias, pues unos opinan de una manera y otros de otra y todos dicen poseer la verdad y la razón. Del otro lado, el pueblo poco o nada sabe, solo sospecha incesantemente, pues su experiencia reciente es que nuestros gobiernos (priístas y panistas) han solido actuar a sus espaldas y no siempre en beneficio de la Nación.

No todo lo que se privatiza, por ese solo hecho, esta llamado a ser eficiente, tampoco todo lo público, solo por ser estatal, es necesariamente ineficiente. Ese es un mito que muchos países europeos han echado por la borda. Y hay claros ejemplos de fracasos provenientes de las privatizaciones de bienes públicos:

1. En California (USA) la venta de la industria eléctrica significó el repunte
de los precios en 200% .
2. En Argentina se tradujo en la quiebra del sector
y, en su medida, en el desplome de la economía nacional.

En ningún caso ganó ahí el interés público, el de los consumidores e industriales, las empresas y, el de los residenciales, los hogares. En ambos casos quedó claro a los fanáticos privatizadores que éstas no son la panacea ni para el Estado, ni para los empresarios ni menos para los consumidores. La productividad no se elevó y las tarifas no descendieron, ¿entonces, cuáles fueron los beneficios de las privatizaciones?

En PEMEX no están dadas las condiciones privatizadoras; nadie piensa en eso, nadie, solo los perredistas, suspicaces de todo, hasta de ellos mismos. La realidad es que el Estado debe permitir capital privado, debe reformar la organización y el mando de la empresa para que se maneje como lo que es: una empresa. Debe abatir la corrupción dentro de sus propios mandos y los excesos de su sindicalismo trasnochado. PEMEX debe modernizarse y no privatizarse.

lunes, 14 de abril de 2008

10 PUNTOS MEDULARES DE LA PROPUESTA PARA LA REFORMA ENERGÉTICA


Dr. Cuauhtémoc D. Molina García

Todos los países, incluso los marcadamente gobernados por gobiernos de izquierda, están abriendo sus sistemas económicos al mercado, sin afectar lo esencial de sus respectivas soberanías. La globalización impone nuevas reglas, pero los Estados saben como sortearlas para no verse afectados más allá de lo tolerable. En México, la industria petrolera ha servido no para generar riqueza y multiplicarla, sino para financiar el gasto público federal. Los sueldos de los maestros, de los médicos, de los servidores públicos y las obras de asistencia social (Solidaridad), así como las públicas, incluyendo los repartos a los gobernadores de los estados de la república, están siendo financiados por el petróleo. De cada peso fiscal, 40 centavos proviene de los ingresos petroleros.

Si México careciera del oro negro, estaríamos -con la población actual- peor que Biafra. Pero la fortuna nos ha colocado en posición privilegiada; pero esa misma posición ha hecho al gobierno mexicano y a sus políticos extremadamente conformistas. En las condiciones actuales, ha sido gracias al excedente extraordinario de los precios del crudo, que han pasado la frontera histórica de los 100 dólares, lo que ha permitido que la economía mexicana sea viable. Por eso, México debe modernizar PEMEX, y esta modernización, desde la perspectiva panista y gibernamental, comprende los siguientes puntos medulares:

1. Los sectores social y privado podrán realizar actividades de transporte, almacenamiento y distribución de gas, de los productos que se obtengan de la refinación de petróleo y petroquímicos básicos.

2. Pemex y sus organismos subsidiarios podrán contratar con terceros los servicios de refinación de crudo, sin que se transmita la propiedad del hidrocarburo al contratista.

3. Terceros podrán construir, operar y ser propietarios de ductos instalaciones y equipos en los términos de las disposiciones reglamentarias técnicas y de regulación que se expidan.

4. El pago de los contratos de obras y de prestación de servicios serán siempre en efectivo y en ningún caso concederán propiedad sobre los hidrocarburos.

5. Se crea la Comisión del Petróleo con autonomía técnica y operativa, que apoyará la Secretaría de Energía en sus tareas de planeación estratégica del sector.

6. La Comisión del Petróleo estará integrada por cinco comisionados que serán designados por el Ejecutivo federal a propuesta de la Secretaría de Energía.

7. Se crearán los bonos ciudadanos de los que sólo podrán ser titulares las personas físicas y las administradoras de fondos para el retiro, pensiones y las sociedades de inversión para personas físicas.

8. Los bonos, cada uno de 100 pesos, no otorgarán derechos patrimoniales ni corporativos sobre Pemex.

9. Se creará la figura del comisario que deberá dar cuenta de la veracidad de la información presentada por Pemex.

10. Fortalecimiento de Pemex a través de la autonomía de gestión a fin de acercar a la empresa a mejores prácticas de gobierno corporativo a nivel internacional.

Son propuestas que los legisladores deben analizar y discutir con contrapropuestas inteligentes y creativas. La industria petrolera no puede esperar más y el debate parlamentario no puede centrarse en políticos extremistas y frustrados.
Debe tener en cuenta que PEMEX trae consigo problemas de corrupción, desde su Sindicato hast la alta administración de la empresa. Eso debe acabar y pronto.

martes, 8 de abril de 2008

LÓPEZ OBRADOR, EL CONTRADICTORIO

Dr. Cuauhtémoc D. Molina García

Ni duda cabe que el "presidente legítimo" desvaría poniendo en evidencia que, en efecto, era un peligro para México. Voté por él, lo confieso, pero si volviera a ser candidato lo daría por un delirante y fantaseoso a quien la pérdida del poder le ha trastornado.
En 2005 sostenía su apertura y plena disposición a que PEMEX admitiera inversión y asociación con capital privado, dentro de los esquemas constitucionales, como pensamos todos que debe ser. Nada de privatizar, solo abrir la empresa inteligentemente a capitalización externa, sin que el Estado pierda su mayoría y control sobre la misma.
Todos los países de tradición izquierdista -Cuba y Brasil, para no ir lejos- tienen esquemas asociativos que, bien pensados, a nadie perjudican. Pero López Obrador, en entrevista con Carlos Loret de Mola, en versión de Milenio, se manifiesta así, frente a una opinión pública que mira en él a un disparatado y cantinflesco sujeto que busca, denodadamente, los reflectores que ya nadie debería dirigirle, por muy líder que sea.
Personalmente, pienso que México necesita una izquierda inteligente y propositiva. ¡Qué lástima que no la tengamos! Y López Obrador no es ya la opción que México necesita. No podemos, eso sí, convertir la política en un revanchismo de odios perniciosos hacia el que ganó, solo porque ganó, aunque hubiera sido con un voto.
Tampoco quiero decir, ni por asomo, que Calderón sea la opción que los mexicanos necesitamos. No comulgo con derechas, menos con la mexicana. Pero México, con este nivel de debate, se parece mucho al México del siglo XIX, en el que el país perdió un tiempo precioso para fincar las bases de su desarrollo.

Necesitamos una socialdemocracia con postulantes modernos, maduros y efectivamente nacionalistas, no alucinantes y alucinados populistas que aniden en sus corazones odios y deseos de venganza hacia aquéllos que les arrebataron el poder.
He aqui la entrevista:
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Loret: Fíjese que aquí traigo el libro que usted escribió en 2005 durante la campaña, Proyecto alternativo de nación. En la página 42 dice usted: “Tampoco deberíamos descartar que inversionistas nacionales, mediante mecanismos transparentes de asociación entre el sector público y el privado, participen en la expansión y modernización del sector energético o actividades relacionadas, siempre que lo permitan las normas constitucionales”. Asociación, sector privado, expansión, modernización… Todo lo que ha criticado usted, lo apoyaba en 2005.

AMLO: Sacan del contexto...
Loret: Ah, bueno, ¿dígame cuál es? Lo que está diciendo en su libro es “no a la privatización, pero sí a la asociación con capital privado”.
AMLO: No, no, no. ¿Cómo que es lo mismo?

Loret: Calderón está diciendo: “no es privatización, es asociación con capital privado”. Lo mismo que dice su libro.Nosotros no aceptamos la privatización en ninguna de sus modalidades. Pero sí la asociación con capital privado...

AMLO: No.
Loret: Pero eso dice su libro...
AMLO: Pero sin violar la Constitución; es lo que yo estoy estableciendo, y sin privatizar.
Loret: Usted lo que dice ahora es “nada de capital privado” y lo que planteaba en su libro era “sí al capital privado que no viole la Constitución”, que es, dicho sea de paso, lo mismo que defienden Calderón, Georgina Kessel, Santiago Creel, Germán Martínez, Reyes Heroles...

AMLO: No, no es lo mismo.
Loret: ¿No es lo mismo?
AMLO: No es lo mismo.
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lunes, 24 de marzo de 2008

LA INJUSTICIA FINANCIERA

Por Dr. Cuauhtémoc D. Molina García

Las finanzas públicas -no obstante su obvio componente económico y técnico- constituyen ante todo un proceso político que nace y concluye (como debate) en los parlamentos o instancias legislativas. El fin natural de toda decisión financiera pública es social, pues los dineros que el Estado recauda son recursos públicos, de uso público y de finalidad pública, y consecuentemente social.
Los parlamentos o congresos son, históricamente, hijos del presupuesto, pues nacieron a partir de la necesidad de que los actores políticos debatieran la naturaleza misma del Estado y su financiamiento. La cuestión de los impuestos fue y es crucial en el discurso de las sociedades de toda democracia liberal.
En este sentido, uno de los problemas centrales del debate financiero público es la ausencia, al menos en México, de las llamadas reglas asignatarias de los recursos financiados para que éstos regresen a la sociedad en forma justa y equitativa por medio de los servicios públicos.
Este es el caso de la retribución que la federación mexicana hace a los municipios, una vez que aquélla llena la cazuela y se dispone a "redistribuir" lo financiado a los ayuntamientos.
¿Cuánto y a quiénes retribuir lo recaudado por la federación?, ¿con base en qué criterios o reglas un municipio debe obtener más que otros?, ¿por qué razones los municipios pobres, puesto que son precarios, reciben paradójicamente menos que los municipios grandes, que pueden potencialmente ser más "ricos" en términos presupuestales?
Para 2008, el Estado de Veracruz presenta en su Hacienda Pública el sempiterno fenómeno de la inequidad, en cuanto a la "concentración" de los ingresos municipales se refiere.
De 212 municipios que existen en la geografía veracruzana, casi el 54 por ciento de esos ingresos irá a 192 ayuntamientos, y el 46.6 por ciento lo recibirán tan solo 20 municipios.
Nos queda claro que los receptores de los recursos no son los municipios en sí, sino los ayuntamientos que políticamente los administran y dirigen y son estos los responsables, primero de gestionarlos, y luego de darles una aplicación eficiente y honesta.
Pero el problema de fondo radica en la ausencia de esas reglas asignatarias y es un problema que nace en el Congreso federal y que desciende a los Congresos locales y al interior mismo de las administraciones públicas municipales, que año con año enfrentan el problema de la jerarquización de los problemas y de las necesidades para cubrirlos con recursos que, por un lado son cada vez más escasos, y por otro cada vez más inequitativos en su asignación y dotación.
Los legisladores -responsables de estos procesos- están política y socialmente obligados a enfrentar el problema de la escasez de recursos públicos en dos frentes: uno el de la iliquidez misma, y el otro el de la injusta redistribución de los recursos fiscales.
Se dice que hay que hacer más con lo mismo; pero ese es un problema de técnica y de eficiencia administrativa. El punto real de confrontación no es la eficiencia, sino la injusticia fiscal.

domingo, 9 de marzo de 2008

EL GASTO Y LA ELECCIÓN PÚBLICA

Dr. Cuauhtémoc D. Molina García

La política económica deviene en dos instrumentos fundamentales: la política monetaria y la fiscal. Ésta última se expresa mediante decisiones públicas centradas en el financiamiento de los recursos estatales (ingresos) y son contrapartida: los egresos, cuyas decisiones de orientación y destino, monto y aplicación, conforman lo que llamamos —en finanzas públicas y en economía— la política de gasto público.
El gasto público posibilita a los administradores gubernamentales la realización de los objetivos del Estado y de los propios de sus administraciones, emanadas de las propuestas políticas de sus respectivos partidos. Estos objetivos deben responder a la búsqueda de mejores niveles de vida para la sociedad, según la filosofía de las finanzas públicas modernas, es decir, las que se inspiran en un Estado social demócrata.
Será tarea fundamental de las finanzas públicas la gestión de los recursos necesarios para el desarrollo del Estado y de la sociedad que éste tutela. En tal virtud, una política pública responsable será aquélla que anhele la aplicación de medidas tendientes a mejorar nuestra participación en el ingreso federal de modo que podamos, como sociedad y como actores ciudadanos, hacer más eficiente el uso de los recursos humanos económicos y materiales, siguiendo una política de equilibrio presupuestal o de déficit, según las urgencias sociales y los ciclos económicos.
En la búsqueda de la eficiencia en materia financiera y propiamente política, todas las áreas del servicio público deberían orientar sus recursos con base a las prioridades de los planes estatales o nacionales de desarrollo, emanados del trabajo realizado entre la sociedad organizada y el gobierno durante el proceso de búsqueda del voto ciudadano.
Aquí se muestra un enfoque estratégico y fundamental en la orientación de la política contemporánea en el marco de los estados liberales: la perspectiva de la Elección Pública o Public Choice.
Esta orientación teórica de las finanzas públicas asume que el Estado es un componente de la oferta política —ofrece bienes y servicios públicos— y que la sociedad integra la demanda de dichos servicios. Entre ambos se conforma, consecuentemente, un mercado en el que los partidos políticos intermedian ofreciendo proveedores de candidatos y ofertas que los ciudadanos deberán elegir durante los procesos electorales. Los ciudadanos, idealmente, “compran” la oferta mediante sus votos y sus impuestos, es decir, contratan a sus servidores públicos, los que idealmente deberán satisfacer las necesidades y expectativas ciudadanas. Si los ciudadanos quedan satisfechos, seguirán votando por los mismos proveedores políticos —candidatos y propuestas públicas— lo cual significa continuidad en la contratación pública.
Si los ciudadanos viésemos así la política, entenderíamos cabalmente que un funcionario —desde el poder ejecutivo hasta el legislativo, y aún el judicial— es en realidad nuestro servidor y que sus acciones estarán orientadas a congraciarse con nosotros para recontratarles en cada elección pública, si ese fuese el caso.
En este marco, el gasto público en sí mismo, y la política que le sustenta, deberían estar orientados no al dispendio ni al enriquecimiento de los funcionarios del Estado, sino al mejoramiento de los bienestares sociales y, sobre todo, a su ejercicio abierto en el marco de la transparencia y la información democrática. Lo que hoy los neoliberales llaman el accountability.

LA POLÍTICA DE BIENESTAR SOCIAL

Dr. Cuauhtémoc D. Molina García

No esta tan lejana la postura que sostiene que el bienestar social es una corresponsabilidad ciudadana muy parecida al lema fraternal de los Tres Mosqueteros: "Uno para todos y todos para uno", el cual se manifiesta solo en ciudadanos orientados a la solidaridad en el marco de una cultura política emanada de la democracia participativa.
La política de bienestar social se sustenta dentro de un proceso educador y de desarrollo integral del individuo dónde se ponga especial énfasis en los valores fundamentales del ser humano, así como en aquellas actitudes y acciones que eleven su calidad de vida y hagan del ciudadano la persona consciente, libre y justa que la sociedad requiere.

Por lo tanto para la plena eficacia de los proyectos emprendidos se requiere la participación y esfuerzo de la población y el apoyo de las instancias de gobierno, permitiendo así a los grupos sociales buscar y alcanzar los fines que les son propios. Se debe alentar y facilitar la integración de agrupaciones que incidan en la reestructuración del tejido social que posibilite la participación efectiva de la persona, de las organizaciones y del gobierno conforme a los principios de subsidiariedad y solidaridad.
La plena realización del hombre y de la sociedad es el propósito final del bien común. Entendemos a la justicia social como una parte del bien común y creemos que la política comunitaria es un instrumento para alcanzar el bienestar de la comunidad. La lucha por la justicia es una responsabilidad compartida por el gobierno y la sociedad. Todos los miembros de nuestra sociedad tenemos el derecho y el deber de participar en las tareas del desarrollo.
El bienestar social no puede ni debe concebirse como herramienta de manipulación de las familias menos favorecidas por el vertiginoso y anárquico crecimiento poblacional. Estamos en un proceso para entender que mediante la práctica de la justicia, la legalidad, la honestidad, y la subsidiariedad son posibles los avances sociales más trascendentes.
Consideramos como una negación de la democracia y la ética cualquier propuesta que convierta los programas y acciones de gobierno en instrumentos de manipulación de las personas. Rechazamos por igual el corporativismo social y el clientelismo político. Ambos atentan contra la dignidad humana y la libertad de las personas.
En ese sentido el desarrollo debe ser armónico y llevar implícito una educación más amplia y de mejor calidad y realizar mayores esfuerzos para el desempeño cultural, deportivo, del servicio eficiente y promoción de satisfactores de primer orden como la distribución de agua potable, más empleos, viviendas y transporte público entre otras premisas, para el logro de los objetivos fundamentales.
El gobierno seguirá basándose en la sociedad participativa como la vía fundamental para estimular el espíritu de decisión, el sentido de responsabilidad y la libertad de los integrantes de las organizaciones sociales.
La autoridad asumirá con plena responsabilidad su papel de coordinador, promotor, organizador y motivador de los esfuerzos encaminados a fortalecer el bien común, acción compartida de sociedad y gobierno corresponsables en la gran tarea de elevar la calidad de vida de los habitantes del Estado.

LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO



MAX WEBER
Comentarios de Cecilio Santiago A.


Introducción.
Weber expone un documento de Benjamin Frannklin que resume las características del "espíritu":

El tiempo es dinero (no solo se pierde esa suma, sino lo que esta hubiera
producido).
El crédito es dinero.
El dinero es fértil y
reproductivo.
El buen pagador es dueño de la bolsa de cualquiera.
Inculcar en la vida
de un joven puntualidad y justicia en los negocios.
Ser cuidadoso y honrado
(pagar las deudas...).
Llevar cuentas de
gastos e ingresos, no considerar
como tuyo todo cuanto posees.
Inculcar
el ahorro, ya que los pequeños gastos
llevan a grandes ingresos. Llevar
prudencia.

El documento resume los principios de esa ética o ethos del capitalismo moderno (Occidental), que viene a decir que la moralidad es útil porque proporciona crédito y éstas con virtudes que benefician solo al individuo (consecuencia ligada al utilitarismo: utilidad de la virtud). Esto es un fin vital, el expresar la virtud en el trabajo.
Comenta el autor algunos rasgos del espíritu. Defiende que la mentalidad profesional es fruto de un proceso educativo, ni se nace con ella ni se induce con salarios. El hombre no existe para el negocio, sino que el negoció existe para el hombre. El "espíritu" rechaza la ostentación y el reconocimiento social, de la importancia a lo cualitativo y no lo cuantitativo.
Después de describir brevemente las características básicas del ethos capitalista, vamos a exponer la visión de Weber respecto a la influencia que sobre él ha tenido el protestantismo.
La palabra "profesión" se utiliza por primera vez en la traducción Luterana de la Biblia (en sentido literal), y en sentido ideal constituye un dogma común a todas las confesiones protestantes. Sienten como un deber la tarea del trabajo y el cumplimiento de los propios deberes es la mejor forma de agradar a Dios (Esta afirmación constituye la principal aportación de la reforma).
Weber critica de Lutero el hecho de que predique la obediencia a la autoridad, que hace que cada cual se "conforme" con lo que le ha tocado en la vida. Opina el autor que no hay afinidades muy claras entre Lutero y el capitalismo, por ello desvía la investigación hacia el Calvinismo y otras opiniones puritanas, con el objetivo de buscar ese nuevo sentido que se da en la ética capitalista, la obra social para Dios, para salvar el alma. Es una ética profesional que está al servicio de la vida terrenal de la colectividad. Son tareas impuestas de manera objetiva e impersonal por ley natural, y no son elegidas por Dios, son "instrumentos de él y no "recipientes". Al estado de gracia se llega con la fe en uno mismo, con seguridad.
Esta necesidad del trabajo se inculca para ahuyentar toda duda religiosa, racionalizando así la vida moral, sistematizándola. Dentro de esta ideología entre la preocupación por el porvenir y no por el goce (ascetismo protestante). Esto le acerca bastante al frío espíritu jurídico y activo del empresario burgués capitalista.
El hecho de pasar al estado de gracia (Status Gratiae) a través de la reflexión, le daba a la ideología reformada el carácter ascético y este tenía un poder liberador ya que era una ascesis terrenal, y no sobrenatural (como la ascesis puritana defendía).


2. Relación entre las ascesis y el espíritu capitalista.
En la última parte de su obra, Weber refleja la conexión que hay entre el ascetismo protestante y la economía.
Para esta ideología la riqueza era un grave peligro. Aspirar a ella es absurdo (comparado con la inmensidad de Dios) y éticamente reprobable.
El ascetismo protestante se ve aumentado por la influencia de otros dogmas como el movimiento bautizante o los cuáqueros. Surge un nuevo protestantismo ascético más riguroso que el calvinismo (aunque se basa en él).
La nueva ascesis va contra todo ánimo de lucro, riquezas... Es moralmente reprobable descansar en la riqueza y gozar de los bienes. Prohibía tomarse el trabajo como algo ocioso por que era el fin absoluto de la vida prescrito por Dios. Las consecuencias principales de esta nueva ascesis son:
Se van especializando los trabajos, se coge mayor destreza, por lo que aumenta tanto cualitativa como cuantitativamente el provecho del bien general. La profesión no fija llevaba al ocio en el trabajo, al desorden en la vida. El Trabajador que era profesional tenía un orden en su trabajo, era un ejercicio virtuoso y una comprobación del estado de gracia a través de la honradez, cuidado y método.
No hay que conformarse, como decía Lutero, con lo que "disponga Dios" (con la que nos toque). Si no que hay que cambiar de trabajo si va a resultar más grato (útil) según criterios éticos, de bienes para la colectividad y de provecho para el individuo. Esto es, no era una lucha contra el lucro racional, sino contra el uso irracional de las riquezas. De este modo, di Dios un lucro en le camino lo hace por un fin y hay que aprovecharlo. La riqueza es ilícita solo cuando supone un goce y una despreocupación.
Respecto a la producción de bienes, el ascetismo lucha contra la sed de bienes, deslealtad y consumo. No gastar inútilmente, si no que se debe invertir en fines productivos. Es así como se forma una capital como consecuencia de la acción ascética del ahorro.
El empresario burgués ascético podría girarse por intereses de lucro si su estado de gracia era bendecido por Dios. Siempre se mueve dentro de los límites de la corrección normal con una conducta ética intachable, por lo que nunca hacía uso inconveniente de las riquezas.
Éste empresario ponía a su disposición a trabajadores sobrios, de gran resistencia y lealtad profesional.
Si existe una repartición desigual de bienes, es obra de la providencia divina.
Respecto a la "productividad" de los salarios bajos, opinaban que la pobreza movía a la gente a trabajar (como ya dijo Calvino).
De todas estas actitudes de vida se concluye que se va recaudo la raíz religiosa y aumentando el sentido utilitarista.
Weber, después de este análisis, considera esta ideología ascética como la máxima palanca de la expansión de la concepción de la vida que él llama "Espíritu del Capitalismo".
Más tarde, según el autor, estas ideales fracasan al no resistir la tentación de la riqueza. Lo que en un primario fue la racionalización de la conducta sobre la base de la idea profesional, hoy se ha convertido en un capitalismo que descansa en fundamentos mecánicos, y ha tomado en sentido de lucha y competitividad.

Critica.
Max Weber se sitúa como un intelectual de gran importancia en el s. XX gracias a su contribución ideológica en contraposición al materialismo Marxista. Sus estudios acerca de la economía y la religión son aun de gran relevancia, destacando "Economía y sociedad", y sus estudios sobre las religiones mundiales, especialmente "La ética protestante y el espíritu del capitalismo". Así, sus teorías se enfrentaron a aquellas que proponían a los medios de producción como los únicos capaces de condicionar la conducta humana, evitando un determinismo que el materialismo, en cierta medida, acepta implícito en el sistema social.
Aun así, debemos realizar ciertas críticas a la metodología de Weber, como es el hecho de ser un sociólogo sin experiencia de campo, es decir, todos sus conocimientos son elaborados sin haber estado en los lugares de los que habla, a través de un gran conocimiento enciclopédico del tema, trabajado a partir de una extensísima bibliografía y con la ayuda de métodos estadísticos, que puede ser la razón de que ciertas apreciaciones de otras religiones no cristianas no se acerquen al grado de precisión que tiene en estas debido a su mayor conocimiento. También debemos recordar, que el mismo opina que trata aspectos superficiales, en algunos casos, de lo estudiado, lo cual nos lleva a dudar de sus conclusiones, muchas veces obtenidas a través de inferencias.
Pero, finalmente, no podemos olvidar el gran valor que concede Weber a la acción humana como capaz de modificar las estructuras sociales, y en concreto a la ideología, en todas sus vertientes, y especialmente en la religiosa, como motor e impulsor de la sociedad, que se refleja constantemente en la acción humana.





Bibliografía.
1. Nueva enciclopedia LAROUSSE (Planeta) Tomo 10.
2. Enciclopedia Hispánica/Macropedia (Enciclopedia Británica publishers, inc. Volum. 14).
3. Freund, J. "Sociología en Max Weber". Península, Barcelona, 1986.
4. Giddens, A. "Política y economía en Max Weber". Alianza, Madrid, 1976.
5. Weber, M. "Ensayos sobre sociología de la religión. 3 vols. Taurus, Madrid, 1987.
6. Weber, M. "Economía y sociedad". Fondo de cultura económica. México, 1977.
7. Weber, M. "La ética protestante y el espíritu del capitalismo". Península, Barcelona, 1994.

viernes, 5 de octubre de 2007

FINANZAS PÚBLICAS DE LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA

Dr. Cuauhtémoc D. Molina García
Desde la perspectiva de las finanzas públicas, la ciencia política y la administración pública, la distribución proporcional del gasto de una nación es un indicador adecuado de la importancia que se asigna a un sector, a una política o a un programa en especial.
El caso mexicano revela que el sector educación no recibe una importancia mayor en nuestra nación que el otorgado por nuestros vecinos y competidores comerciales, lo cual coloca al gobierno mexicano en una situación paradójica en términos de política pública y de gestión.
En efecto, las asignaciones presupuestales revelan la importancia relativa que los órganos del Estado mexicano —Diputados y Ejecutivo Federal— conceden a las prioridades nacionales; también expresan los componentes ideológicos de la clase en el poder y las actitudes que de ellas se derivan en materia de políticas públicas con miras a lograr la inclusión y la justicia social.
La proporción de la riqueza generada en nuestro país que se destina a promover la educación, es menor que la otorgada en promedio por los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Adicionalmente, el monto de la riqueza producida por nuestro país es significativamente inferior a la del resto de los países asociados.
Si consideramos con precisión el monto total de los fondos generados en un año determinado por cada una de las economías de referencia, encontramos que México sólo alcanza el 50% de lo que se dispone en promedio en las economías de los países de la OCDE, y que es sustancialmente triplicado por las propias de Canadá y Estados Unidos.
La situación es aún más grave cuando se analiza la inversión nacional en educación, puesto que las desproporciones alcanzan niveles de cuatro, cinco y seis veces más fondos disponibles para ello, en cada uno de nuestros socios y competidores, incluso en países cuya relación comercial no esta explícitamente asociada a la actividad económica de México.
Por todos es sabido que la educación reviste una importancia fundamental para el desarrollo de las sociedades y como determinante de oportunidades de vida para los individuos, tanto más por cuanto a la movilidad social y el crecimiento económico se refiere. Uno de los principales beneficios de la educación se asocia a la ampliación de las capacidades, conocimientos, habilidades y destrezas que logran los sujetos en su formación académica, que son aplicables en los espacios de trabajo, sea como emprendedores individuales o como asociados, o bien vinculados a empresas o instituciones en calidad de asalariados.
La correlación comunmente aceptada y probada indica claramente que el número de años que dedica una persona a los estudios aumenta significativamente sus posibilidades de participar en la estructura productiva de la nación. Si la educación se puede entender como la transferencia del conocimiento global y regional para el beneficio de los individuos, la investigación es, sin duda, el motor básico que las sociedades poseen para generar el conocimiento, y solo así se comprenden los fenómenos y se desarrollan aplicaciones que permiten elevar la calidad de vida de las personas del conjunto social.
El siglo XXI será, sin duda, la era del conocimiento y en la que el principal factor de las operaciones productivas será el componente del saber aplicado en ellas. Actualmente el valor de los productos y de los servicios esta determinado por el conocimiento que les sustenta y será mucho mayor en los años por venir. No invertir en el desarrollo del conocimiento, en la investigación de los fenómenos de interés global y en las necesidades particulares de nuestra nación, es condenar a nuestra sociedad a una relación de subordinación de manera indefinida, y colocar encima de todo a las clases menos favorecidas del país —sumidas en estado de gran pobreza— a condiciones de marginalidad perpetua.
La situación de México, en materia de inversión en ciencia y tecnología es particularmente delicada. La sociedad mexicana se hace, sin investigación ni tecnología propias, más dependiente y menos soberana. ¿Qué pensarán nuestros gobernantes, incluidos los legisladores federales?

LA POLÍTICA DE GASTO PÚBLICO EN MÉXICO

Dr. Cuauhtémoc D. Molina García
Las políticas de gasto público en México cambiaron su perfil luego de las crisis financieras derivadas de los excesos populistas del denominado "nacionalismo revolucionario", en particular de los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo, calificados de nefastos en materia de política económica por propios y extraños.
Los ajustes presupuestales, necesarios y coincidentes con los deseos del FMI y por las "sugerencias" del Consenso Washigton, enfatizaron los lineamientos del gasto público, los recortes y la gradual pero sostenida retirada del Estado en la economía.
Las estrategias que buscaron garantizar el éxito de la política de gasto fueron:
• Mantener los techos de las erogaciones públicas;
• Haber privilegiado, en la composición del gasto, a la inversión pública y al gasto social; y
• Reformar el proceso presupuestario para elevar la eficiencia y la calidad del gasto público.
Entre 1988 y 1993, la disciplina presupuestaria consistió, primero, en contener el gasto
programable, y después, sujetarlo al nivel de los ingresos fiscales y condicionar su expansión al
crecimiento real del PIB. Esto se logró a través de un amplio programa de retiro voluntario de personal en áreas no estratégicas no prioritarias, lasí como la reducción y racionalización de los subsidios y las transferencias, tanto como la desincorporación de empresas estatales.
Con los recursos de la venta de las paraestatales -de la que PEMEX se ha salvado- se amortizó la deuda interna. Con ello disminuyó la presión al gasto debido a la reducción del costo financiero.
Con estas acciones, el Gobierno Federal continuó generando balances primarios positivos y a partir de 1988 recurrió en menor medida a los mercados financieros para fondearse.
Eliminada esta fuente de presión al alza en las tasas de interés, y aunado a la renegociación de la deuda externa para extender los plazos de su vencimiento, el sector público pudo transformarse de demandante a oferente de recursos hacia los sectores privado y social. Así, en 1991 alcanzó un balance financiero positivo, y, en 1994, el costo financiero de la deuda llegó al nivel más bajo de los últimos veinte años: llegó a representar el 2.44% y 10.7 del PIB y del gasto neto total, respectivamente.
La disminución de la deuda y de su costo financiero, así como el redimensionamiento del estado, propiciaron una reducción del gasto neto total de forma que su nivel se pudo ajustar a la captación de ingresos estables y permanentes. Asimismo, permitió reasignar mayores recursos a la creación y el fomento de infraestructura productiva y social, a los sectores sociales en pobreza
extrema y a las funciones sociales que contribuyen directamente al mejoramiento de los recursos humanos del país: educación, salud, seguridad social, vivienda e infraestructura hidráulica.
No obstante, el paradigma reduccionista del gasto público del Estado mexicano repercutió seriamente en los programas de la educación superior y de la ciencia y la tecnología. El gobierno mexicano -recientemente de orientación conservadora- ha asumido las políticas de mercado con extrema obsesión y el sistema de educación superior parece un sistema en extinción cuyo deterioro favorece al sector privado de la educación.
Ya veremos las consecuencias sociales de estas medidas en la inversion social del país.

domingo, 30 de septiembre de 2007

CUIDADO CON PEMEX...

Dr. Cuauhtémoc D. Molina García

¿Cuántas formas hay de privatizar?, ¿cuáles son las modalidades de la privatización?, ¿cómo PEMEX se nos puede ir de las manos?, ¿en qué piensan panistas y priístas irredentos?
Las diferentes modalidades de la privatización pueden agruparse fundamentalmente en tres tipos o categorías muy amplias, pues cada una contiene modalidades sui géneris. Estas son:

1) Transferencia de la propiedad de los activos públicos al sector privado.
2) Concesiones, contratos, y subastas públicas para la provisión de bienes y servicios por parte de las empresas del sector privado y,
3) Liberalización o desregulación de los mercados de monopolio legales, haciendo especial referencia a la libertad de entrada y de acceso a nuevas empresas en el mismo.
La elección de una u otra modalidad dependerá de los objetivos que se persigan y del tipo de actividad económica que se considere. Sin embargo, pueden originarse situaciones conflictivas entre los objetivos a alcanzar en el proceso de privatización, especialmente entre los objetivos financieros y las posibles mejoras de la eficiencia. En efecto, el valor de los activos públicos en venta, es mayor cuanto mayor sean los privilegios monopolísticos que la empresa privatizada, o en proceso de privatización, retenga en su poder. Pero, entonces, en este supuesto, el objetivo de la eficiencia no se logrará, puesto que, de esta forma, el monopolio privado podrá fijar los precios a unos niveles superiores al coste marginal. La ausencia de competencia, en este caso, impedirá el mejoramiento de la eficiencia productiva.
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¿POR QUÉ PRIVATIZAR?

Por Cuauhtémoc D. Molina García

Durante el gobierno de Salinas de Gortari -en el caso mexicano- la privatización se llamó "modernización"; otros gobiernos la bautizaron como "desincorporación". Los nombres han cambiado en un intento de engañar, o cuando menos de no decirle a la sociedad (los electores) las cosas por su nombre.
El Estado mexicano propietario tuvo fines sociales y de reindivincación justiciera, sobre todo luego de la Revolución de 1910; ciertamente, los regímenes de corrupción y exceso llevaron al Estado nacional revolucionario a la hecatombe y, con el advenimiento de las recetas del Consenso Washington, las cosas se llevaron al exceso.
Es verdad que las finanzas públicas del Estado se encontraban en desproporción y en déficit de proporciones tan pesadas que la economía no podría soportar más el peso de los desbalances. Pero también es verdad que tal estado de cosas no podría seguir, y había urgentemente que sanear la economía y las finanzas públicas. Las formas de saneamiento eran evidentes: reducir el gasto público y tratar de mejorar los ingresos, aún sin reforma fiscal de fondo.
Los ingresos petroleros, y la inversión extranjera, ayudaron al proceso. Pero las medidas "de tajo" fueron por el lado de los egresos, y éstos eran generados por una buena cantidad de empresas públicas deficitarias y manejadas con criterios políticos y cuyos dirigentes fueron ineptos en tales menesteres.

¿Por qué privatizar?, o más bien, ¿para qué privatizar?
Hoy en día las tentaciones privatizadoras son fuertes. Para algunos -me incluyo- se trata de un despojo al pueblo de México (PEMEX, sobre todo); para otros se trata de una medida indispensable porque es la única que puede colocar a esta empresa en condiciones de capacidad financiera y de competitividad frente al mundo moderno y frente a la previsible agotación de los recursos naturales y la aparición de fuentes energéticas emergentes.
No puede el sistema económico nacional cotinuar financiándose con recursos provenientes de la venta del crudo, sobre todo si estos son para el gasto corriente.
Así las cosas, tenemos que la privatización de los bienes y activos públicos, en términos puros, buscaría objetivos tales como los siguientes:

1) Que las decisiones de dirección y de gestión de las empresas privatizadas resulten completamente despolitizadas.
2) Conseguir una mayor eficiencia en el rendimiento de las empresas privatizadas.
3) Alcanzar un mayor grado de competitividad en las empresas liberalizando el mercado, para precisamente así obtener una mayor eficacia.
4) Procurar que los bienes y servicios proporcionados por las empresas privatizadas expresen los costos reales y no los subvencionados.
5) Que las inversiones realizadas reflejen el verdadero costo del capital utilizado.
6) Incrementar los fondos de la Hacienda Pública, o del Tesoro, mediante la venta de los activos públicos.
7) Evitar el despilfarro que supone el mantenimiento de subvenciones continuas a empresas con pérdidas permanentes, y cortar así el déficit del presupuesto.
8) Ampliar el mercado de capitales permitiendo el acceso al mismo de nuevos inversores.

¿Qué pasará con PEMEX?, ¿cuáles serán las modalidades de privatización que se discuten en los entretelones del poder?

lunes, 24 de septiembre de 2007

Los dineros públicos

Dr. Cuauhtémoc D. Molina García

El origen de los parlamentos europeos fue el debate por el presupuesto público, es decir, la discusión acerca de cómo y en qué forma y destinos deberían gastarse -o invertirse- los dineros de la sociedad, es decir, sus recursos fiscales. Por ello, los clásicos franceses dijeron siempre que el Parlamento es hijo del presupuesto.
No hay programa de gobierno -política pública, como hoy se dice con elegancia académica- que no pase por presupuesto. De ahi que la decisión política fundamental de la sociedad sea cómo y de qué manera sus dineros financiarán al Estado y cómo éste asignará dichos recursos en la sociedad. Dos cuestiones básicas: el financiamiento y el gasto público. Lo que se denomina la política fiscal.
Debemos pagar impuestos para sostener al Estado y su burocracia, así lo dice el mandato constitucional en México y en cualquier país del mundo. No es grato hacerlo en ningún lugar. Pero hay que hacerlo.
El Estado, en contraparte, está obligado a distribuir con sentido de justicia tales dineros, de modo que contribuya tanto al crecimiento económico como a la justicia social.
México es un país con una estructura fiscal que debió haberse reformado desde hace cuando menos 30 años, o sea, durante el sexenio de Luis Echeverría, cuando menos. Y no se hizo.
Hoy, la talla de la camisa fiscal de la sociedad mexicana es del número 28, cuando México era un niño de apenas 12 años. Hoy ese niño ya creció y su talla debería ser 38. Obviamente, las necesidades de gasto publico para atender una sociedad no solo más grande, sino sobre todo más desigual que nunca, son mayores y los montos simplemente no alcanzan.
¿Qué hacer?
Necesitamos avanzar hacia una Reforma Fiscal efectiva y real, y no solamente consiguiendo cambios tibios y coyunturales que no solucionan de fondo los graves problemas del país. Además, es criminal que los recursos provenientes del petróleo continuén financiando el erario público cuando deberían asignarse los dineros del petróleo a destinos estratégicos que sostengan el desarollo futuro del país, que lo haga sustentable, como dicen los modernos. Cuando menos a la urgente prioridad de recapitalizar PEMEX.
Pero para que nuestras finanzas públicas sean democráticas y con sentido social, se necesita un Congreso formado por hombres socialmente cultos, es decir, por políticos conscientes y maduros, y no por los primates legisladores que hoy por hoy se embolsan nuestros impuestos para discutir temas baladíes e insulsos que en nada contribuyen al progreso social. Por ejemplo, la discusión de sus propios intereses, o si el Presidente sube o no un escalón para entregar su Informe constitucional. ¡Ridículo, en verdad!
Necesitamos una democracia madura, solvente. Ahi debemos avanzar. Necesitamos mejores partidos y mejores hombres de la política. Necesitamos medios -prensa y TV- más críticos y objetivos.

Reforma electoral

Muchas son las opiniones y muchas las percepciones que se dirimen en los medios, televisivos sobre todo, respecto de las decisiones tomadas por el Congreso mexicano al respecto. Lo cierto es que, en todas las campañas electorales, los únicos ganones al final eran los empresarios concesionarios de los medios de comunicación. Carretadas de dinero les ingresaba en cada una de las campañas electorales y el dispendio era -y sigue siendo- francamente ofensivo para la dignidad de los mexicanos, dadas las imperiosas necesidades que satisfacer en otros órdenes públicos del país.
Ahora, merced a la reforma de marras -para muchos incompleta- los propietarios dejarán de ser el poder mediátio que fueron en el pasado, o lo segurán siendo, pero de otro modo.
Los medios, comercializados y corrompidos con los dineros públicos asignados a los partidos por el IFE, estropearon en mucho el verdadero carácter de la democracia mexicana, incipiente e inmadura. El sentido de la propuesta, de la ideología y del programa de gobierno ofrecido a la sociedad por los candidatos y sus partidos, dejó de tener sentido ante la mediática imposición de un falso sentido de la mercadotecnia y de la propia política.
La propuesta política dejó de serlo y las políticas públicas ofrecidas (no "ofertadas", por favor) se perdieron en el marasmo de los spots, la gente (el pueblo votante) dejó también de valorar el verdadero sentido del juego político, y la democracia real había llegado a su fin ante las falacias y las descalificaciones mutuas y torpes de candidatos vacíos de imaginación y ausentes de contenido político y social.
Por su parte, la mercadotecnia electoral se había hecho light al deteriorarse su sentido y abaratarse su contenido y potencialmente su valiosa contribución al quehacer político. "Hacer y emitir spots" no es hacer mercadotecnia y menos es hacer política.
La mercadotecnia es mucho más que "anunciar" y mucho más que "hacer publicidad o propaganda". La política, por su parte, también es mucho más que campañas electoreras.

Con la reforma electoral -amén del descabezamiento del IFE negociado por el PRD- se logran pasos sustanciosos en bien de la comunicación real y efectiva de la política. Los políticos, por fin, volverán a hacer política y probarán sus capacidades y talentos para ofrecer soluciones y propuestas que la sociedad demanda; retornarán a la lona de las arenas sociales, se darán baños de pueblo, visitarán a los electores en sus casas y colonias en búsqueda de su voto y apoyo, los verán cara a cara, llegarán a la gente si efectivamente quieren ganar. Probarán, en suma, el polvo y conocerán en vivo las carencias y urgentes necesidades sociales.
La realidad se hará realidad de a deveras, y no la que veían los juniors de la política en las pantallas de sus Laptops y en los resúmenes ejecutivos que sus agencias de mercadotecnia les elaboraban.
A ver qué sucede en los hechos, esperemos que haya menos dispendio, más política y más propuestas, y los medios... a informar y no a deformar vendendiéndose al mejor postor.
Ojalá que los empleados de los empresarios (los López Dóriga, los de la Torre de TV Azteca, los Férriz de Con y los Sarmiento y tantos más) recapaciten y dejen de decir sandeces como las que emitieron hasta la saciedad argumentando que la libertad de expresión se acabó en México.
Lo que se les acabó fue el negocito que los mexicanos hubimos de fiananciar largos años...

viernes, 3 de agosto de 2007

La socialdemocracia


Por Dr. Cuauhtémoc D. Molina García

La caída del muro de Berlín, el colapso de la Unión Soviética, y con él el desmoronamiento del socialismo real, provocó que la propaganda occidental colocara al capitalismo como el paradigma económico, político y social triunfador, luego de la histórica confrontación surgida como consecuencia del fin de la Segunda Guerra Mundial. De esta manera, el mundo debía transitar —en los albores de un nuevo siglo y milenio— hacia la predominancia de la ideología liberal en todos los órdenes de la vida y de la cultura. Junto a los procesos de reacomodo de las fuerzas militares, políticas, tecnológicas y financieras en el mundo, aparecían la apertura comercial y la globalización como los nuevos esquemas de convivencia entre los Estados y los pueblos, y ello sugería la modificación de las políticas públicas que los gobiernos habían implantado cuando se inspiraban en las ideas sociales y en la filosofía del Estado Benefactor.

A partir de la llegada de los gobiernos neoliberales al poder en Europa, impulsados por el thacherismo en Gran Bretaña, los partidos políticos socialdemócratas europeos permanecieron muchos años marginados de la preferencia de los electores, quienes seducidos por las tesis liberales capitalistas puras, y decepcionados por el marxismo desacreditado, vieron en el libre mercado la ventana de salvación y el resurgimiento de sus niveles de vida. En América, Ronald Reagan, entonces exitoso presidente de los Estados Unidos, dio la pauta para que numerosos gobiernos latinoamericanos asumieran las tesis libremercantilistas como la salida a sus problemas económicos internos. Por supuesto, los organismos financieros internacionales (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, entre otros), condicionaron sus apoyos a que los gobiernos adoptaran sus recomendaciones, recomendaciones que fueron calificadas como “el recetario neoliberal” para salir de las crisis estructurales y coyunturales de sus respectivas economías.

México no fue la excepción, pues el gobierno de Miguel de la Madrid, sumido en la crisis financiera más profunda hasta ese momento, crisis que fue calificada como “de caja”, tuvo que adoptar las recomendaciones de los organismos financieros mediante las célebres “cartas de intención”, ya puestas de moda desde la administración anterior. Con Carlos Salinas, la denominada “política moderna” sugería el adelgazamiento del Estado, la drástica disminución del gasto público, especialmente del social, para privilegiar el pago de la deuda, “sanear” las finanzas públicas para disminuir el déficit presupuestal y transparentar los procesos electorales para acomodar la democracia en el sistema político nacional. México tuvo que someterse a las reglas del neoliberalismo, en parte por decisión de su clase política emergente, recién llegada al poder y suficientemente convencida de que el libre mercado implicaba la norma mágica para acceder a la recuperación económica, y en parte también debido a la expansión de la inversión y con ella, el resarcimiento del empleo y el crecimiento sostenido y estable de la economía. Por otro lado, los enunciados del libre mercado se asumían como imposición condicional de los organismos financieros internacionales, quienes no darían ningún centavo para financiar las crisis si no adoptaban los gobiernos sus recomendaciones.

Pasaron pocos años para que la población empezara a experimentar las consecuencias negativas del liberalismo, entre ellas el desempleo, la migración y la falta de oportunidades, y fue así como el éxito del liberalismo, como triunfador sobre el socialismo, fue ciertamente efímero. En los países latinoamericanos, las consecuencias fueron más que dramáticas, y en el caso particular de México, las cifras de incremento de la pobreza (40 millones en pobreza y 20 millones en miseria) son ciertamente alarmantes. No obstante ello, el gobierno ve la realidad nacional desde la perspectiva de un mundo feliz.

En Europa, los electores tomaron decisiones rápidas y pronto empezaron a llevar al poder, de nueva cuenta, a los partidos políticos que antaño habían sostenido tesis socialistas y que hoy renovaban sus idearios bajo el esquema de lo que ha sido común en llamar “la nueva izquierda” o la socialdemocracia. La socialdemocracia es ciertamente un proyecto de renovación política de los años noventa muy mesurado, que mantiene propuestas liberales pero que inserta enfoques de horizonte social y que por supuesto renueva el esquema aparentemente agotado del Estado de bienestar. La socialdemocracia asimila el paradigma globalizador y el aperturismo comercial, rompiendo drásticamente con la “vieja izquierda” dura y proponiendo una renovación ideológica que puede bien sintetizarse como una suerte de socialismo aligerado o bien como un capitalismo comunitario o colectivista (el llamado capitalismo “renano”).

La propuesta socialdemócrata anticipa la emergencia de la Tercera Vía de Anthony Giddens, adoptada con gran éxito político, social y económico por Anthony Blair en Gran Bretaña, Lionel Jospin en Francia, Massimo D’Alema en Italia y Gerhard Schroeder en Alemania.

Los puntos en los que centra su atención la propuesta de Giddens (la Tercera Vía) son los siguientes:

La globalización. Hoy en día, el discurso globalizador invade los medios, los círculos sociales, académicos y políticos. Sin embargo, pocos conocen qué es exactamente la globalización, y sobre todo, que implicaciones tiene para la sociedad, especialmente para los grupos marginales. Este fenómeno que no es una fuerza natural, está transformando las instituciones tradicionales de las sociedades en las que vivimos, ya que no se trata simplemente de una pura interdependencia económica, sino la mutación de los tiempos y de los espacios en nuestras vidas. Para Giddens el Estado nación tradicional no desaparece, pero si observa una ascendencia del “nuevo individualismo”, típico del Estado liberal surgido de la revolución francesa y transformado por las democracias liberales occidentales.


El individualismo: ¿en que sentido las sociedades modernas se están haciendo más individualistas? Todos los países occidentales se han vuelto pluriculturales, con una proliferación de estilos de vida en detrimento de la antigua solidaridad social. El nuevo individualismo está ligado a presiones hacia una mayor democratización.


Izquierda y derecha. En el discurso político contemporáneo se insiste en que estos términos han perdido significado real, puesto que las ideologías conducen al radicalismo y éste nunca ha sido una forma viable de asumir los conflictos y de proponer soluciones. Entonces, emerge el pragmatismo como mecanismo de solución viable. Por lo tanto, los contornos y el perfil de las fronteras entre la izquierda y la derecha, se han alterado y han cambiado sus ubicaciones tradicionales predominando ahora el enfoque de la igualdad y poniendo de relieve problemas emergentes e inéditos para las ideologías tradicionales: la ecología, la naturaleza cambiante de la familia, el trabajo y la identidad personal y cultural de las etnias, la pluralidad de las culturas, etc.


Capacidad de acción política. Giddens se pregunta si la política se está alejando de los mecanismos ortodoxos de la democracia, pues es sabido que los partidos políticos parecen agotados en sus posibilidades reales de representar los intereses y las expectativas de la sociedad y es así como han surgido los Organizaciones no Gubernamentales (ONG’s) y los movimientos sociales no corporativizados bajo siglas oficiales, ya gubernamentales o ya partidistas. En todo caso, es cierto que tanto unos como otros no pueden reemplazar al gobierno ni al Estado en sus funciones primordiales. Por otra parte, Giddens propone que la idea de “gobierno”, bajo la perspectiva de la Tercera Vía, está llamado a ocupar posiciones más amplias que las que hasta ahora han ocupado los gobiernos propiamente “nacionales”.


Los problemas ecológicos. Aquí el problema es cómo integrar a los gobiernos socialdemócratas las políticas públicas inspiradas en la preocupación por al ambiente, sin que éstas maticen el horizonte político que obviamente es de espectro más amplio y diversificado. Los movimientos sociales “verdes” parecen pretender radicalizar sus propuestas y permear, es decir, totalizar la política con sus propuestas.

En síntesis, la Tercera Vía propuesta por Giddens no asume la globalización con ese fanatismo neoliberal del que el entonces Presidente Zedillo parecía tan convencido en aquélla reunión de Davos, Suiza, no obstante que políticos como el entonces presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, y como el supremo especulador financiero internacional George Soros, beneficiario de la globalización, habían expresado ya sus reservas sobre las perspectivas del modelo neoliberal en términos de sus impactos negativos sobre el bienestar general de los pueblos de los países capitalistas periféricos de capitalismo dependendista subdesarrollado. La socialdemocracia, o nueva izquierda, tampoco asume la globalización con un apoyo incondicional ni universal al libre comercio, como lo hace el gobierno mexicano, no obstante que sus “socios comerciales”, como los Estados Unidos y ahora los países de la comunidad europea, son de suyo proteccionistas y no se adhieren al cien por ciento a las prácticas irracionales de la apertura de sus fronteras comerciales.

La propuesta de Giddens va en el orden de identificar al libre comercio como una fuente de beneficios siempre y cuando el libre mercado, dado el poder social y culturalmente destructivo con que se acompaña, no dañe la identidad, la soberanía y el bienestar de las personas y de sus familias. Por lo tanto, la globalización, el libre mercado y el propio Estado liberal, deben ser permanentemente evaluados.

Los valores que adopta el capitalismo centrado no en el individualismo anglosajón, sino en la comunidad, es decir, el que sustenta la socialdemocracia enarbolado ahora por la Tercera Vía, desde la perspectiva de Giddens y de otros importantes intelectuales y académicos que debaten sobre este tema trascendente, son los valores que se asocian con la igualdad, la libertad, la fraternidad, la justicia, la tolerancia hacia los grupos cultural y políticamente diversos, la autonomía, los derechos con responsabilidad, la autoridad legitimada por la democracia y el consenso asociado al pluralismo cosmopolita.

La nueva política socialdemócrata busca una nueva relación entre el individuo y la comunidad y ello implica una suerte de reconstrucción del Estado liberal y burgués surgido de la revolución francesa; en este sentido, es preciso redefinir el sistema de relaciones institucionales entre sociedad, gobierno y Estado. Por otra parte, el problema de la legitimidad del Estado y del gobierno es fundamental para la socialdemocracia, ya que en una sociedad donde la tradición y la costumbre están perdiendo su fuerza, la única ruta para restablecer su autoridad es la democracia.

Finalmente, la reconstrucción del Estado, para la socialdemocracia, estriba fundamentalmente en el rediseño de su estructura administrativa resolviendo la descentralización como una filosofía de servicio orientada a satisfacer las necesidades y las expectativas de la sociedad, así como para poder reconocer al ciudadano en sus dos dimensiones esenciales: primero como un elector cuyas decisiones en las urnas definen el tipo de ejecutivos públicos y de programas fiscales y de gobierno que requiere en un determinado momento. Esta perspectiva supone que el ciudadano en calidad de elector contrata a sus servidores públicos decidiendo el tipo de proveedor político (los partidos) que mejor se identifique con sus expectativas. Por otro lado, el nuevo Estado socialdemócrata tiene que reconocer que el ciudadano es también un contribuyente y que, en calidad de tal, es el financiador que, con sus impuestos, sostiene al estado y al aparato burocrático, el cual debe estar a su servicio.

La socialdemocracia se arroga la tesis de que así como en el mercado los oferentes y los demandantes concurren con libertad para ajustar sus equilibrios mediante el mecanismo de los precios, así en lo político es también necesario considerar al electorado como una especie de “mercado” al cual concurren los partidos y los candidatos ofreciendo sus propuestas (“ofertas políticas”) para que los ciudadanos expresen sus “demandas” y ajustando los equilibrios políticos mediante el mecanismo de los votos.

Allende los asuntos electorales, las socialdemocracias europeas reconocen que las regiones, las localidades y las etnias, deben ser tomadas en cuenta por la esfera pública y atender sus demandas y autonomías incorporándolas por medio de la representación popular a las decisiones generales de la sociedad.

En México, las propuestas socialdemócratas no han podido consumarse pese a que, cuando menos un partido político, el PRD, ha intentado promoverlo. Hace falta unidad en ese partido, menos luchas internas tribales, y más independencia de liderazgos personalistas y caciquiles como el de López Obrador. El Partido de la Revolución Democrática (PRD) fue una esperanza frente a la derecha representada por el Partido Acción Nacional (PAN).

México, al parecer, está muy lejos por el momento de acceder a una izquierda moderna, sino a la europea, si cuando menos a la chilena, argentina o brasileña.

jueves, 2 de agosto de 2007

El animal político y los políticos animales

Por WALDO PEÑA CAZAS
Por mucho tiempo, la política fue privilegio de doctorcitos y militares; y las grandes mayorías -incluidas todas las mujeres- estaban legalmente marginadas. Nuevas leyes posibilitaron la participación de todos como electores o elegidos; pero en teoría, porque grandes sectores seguían excluidos, no sólo por ignorancia o por falta de oportunidades, sino sobre todo por una pobre economía y por prejuicios de clase. El sólo nombre de Evo Morales provocaba escalofríos en las "buenas familias", y las beatas se santiguaban.

Pero el monstruo está hoy en el poder, por el voto democrático, y las elites aún cuestionan a los nuevos protagonistas que han cambiado el "look" de la política con actitudes, modales y ropas poco convencionales. Otros, engreídos además de prejuiciosos, entienden mal eso de que "el hombre es un animal político" y creen que cualquier animal puede vivir de la política, cuando la idea de Aristóteles es que somos la única especie zoológica que nace con tendencia y con capacidad para organizarse en sociedad. El filósofo no sabía que las abejas y las hormigas organizan sus sociedades mejor que los hombres, obedeciendo a un impulso biológico que les hace trabajar cumpliendo cada cual una tarea para el bien común, sin privilegios, sin usurpar funciones ajenas, lo cual demuestra la inutilidad de la política y de los partidos.

En un sentido aristotélico, los ciudadanos que viven en ciudades políticamente organizadas (polis) son todos "animales políticos", porque obedecen a un contrato social tácito, renunciando a un poco de su libertad individual en beneficio común. Otra cosa son los "políticos animales": aquellos que viven de la política creyendo que ésta consiste en postularse a la presidencia o al parlamento, o en alborotar las calles y pintar paredes para usufructuar el Estado.

Que todos seamos "animales políticos" no significa que todos tengamos capacidad para administrar los asuntos públicos y conducir la sociedad, como pueden nadar todos los animales acuáticos o volar todas las aves. Pero los políticos animales creen que el solo hecho de haber sido paridos les da derecho a gobernar, porque la gestión de los asuntos comunes suscita lo que llamamos política, que ha engendrado castas profesionales de "hombres públicos", plaga que sólo azota a las sociedades humanas.

Por definición, el hombre público deja de pertenecerse a sí mismo para pertenecer a todos, como la mujer pública, porque ser público implica una renuncia a la vida privada y la obligación de satisfacer a todos. El servicio público no es una profesión, sino la ejecución de un mandato representando las virtudes e ideales comunes con dignidad. A un hombre público se le debe exigir más de lo que se espera del ciudadano común, porque trasunta los ideales nacionales y las virtudes de la raza. Es una aberración vivir de la política como sempiterno diputado, concejal, ministro, alcalde o presidente, porque uno de los fundamentos de la democracia es la alternabilidad.

Pero cualquier animal político puede legalmente convertirse en político animal, con solo renunciar a la dignidad, a la ética y a la estética, sin que sea necesario postularse a concejal o diputado: basta con escandalizarse por tener un campesino presidente y despreciarle por su apellido y por su español con un natural sustrato quechua o aymara. ¿Es mejor hablar como Goni, con interferencias reales o postizas del inglés, a lo Nat King Cole o a lo "pachuco" mejicano?
¿Quién es más peligroso como político: un campesino iletrado o un bribón con título académico?

La política aristotélica


Ética y política están íntimamente vinculadas en Aristóteles y baste recordar que él definió al hombre como un zoon politikon. La ética desemboca en la política y se subordina a ella, en la medida en que la voluntad individual ha de subordinarse a las voluntades de toda una comunidad. Pero también, la política permitirá que el Estado eduque a los hombres en la virtud y, sobre todo, en la justicia:


"El bien es ciertamente deseable cuando interesa a un solo individuo; pero se reviste de un carácter más bello y más divino cuando interesa a un pueblo y a un Estado entero"(Etica Nic. I, 2.)


Ética y política se refieren ambos al bien del hombre. Y el bien de la ciudad y el del individuo coinciden porque la felicidad de la comunidad, como un todo, es la suma de la felicidad de cada individuo que integre esa comunidad. El Estado, además, ha de dedicarse a educar a sus ciudadanos en la virtud y a permitir que los ciudadanos sean felices.


Sólo en una polis feliz alcanzarán la felicidad los hombres.


Aristóteles defenderá un organicismo social: el Estado es como una especie de "ser natural" que no aparece como resultado de un pacto o acuerdo convencional entre hombres, sino que es connatural al hombre, es decir, pertenece a su misma esencia o naturaleza:


"Finalmente, la comunidad compuesta de varios pueblos o aldeas es la ciudad-estado. Esa ha conseguido al fin el límite de una autosuficiencia virtualmente completa, y así, habiendo comenzado a existir simplemente para proveer la vida, existe actualmente para atender a una vida buena. De aquí que toda comunidad existe por naturaleza en la misma medida en que existe naturalmente la primera de las comunidades." (Política, 1253a)


Según Aristóteles, genéticamente, el individuo y la familia son anteriores al Estado (polis), pero naturalmente, no. Las familias surgen de la necesidad de la especie humana para procrear y subsistir como especie. Esta es la unión primera entre hombres.


Luego surge la aldea o pueblo como agrupación necesaria para satisfacer las necesidades primarias y cotidianas. Una familia no puede procurarse a sí misma todo lo necesario. La ciudad-estado es la culminación de este proceso. Su fin no es ya la subsistencia. No se trata ya de vivir, sino de "vivir bien"; es decir, de procurar la felicidad a todos sus miembros.


Así, el Estado se comporta como si fuera un organismo o un "ser vivo" que, como cualquier otro, tiende a un fin: la felicidad de los ciudadanos. Aisladamente, los hombres no podemos lograr nuestro fin: la felicidad. Necesitamos de la comunidad política para conseguirlo: somos animales políticos (zôon politikón), que desarrollan sus fines en el seno de una comunidad:


"Según esto es, pues, evidente, que la ciudad-estado es una cosa natural y que el hombre es por naturaleza un animal político o social; [....] Y la razón por la que el hombre es un animal político (zôon politikón) en mayor grado que cualquier abeja o cualquier animal gragario es evidente. La naturaleza, en efecto, según decimos, no hace nada sin un fin determinado; y el hombre es el único entre los animales que posee el don del lenguaje. La simple voz, es verdad, puede indicar pena y placer y, por tanto, la poseen también los demás animales -ya que su naturaleza se ha desarrollado hasta el punto de tener sensacones de lo que es penoso o agradable y de poder significar esto los unos a los otros-; pero el lenguaje tiene el fin de indicar lo provechoso y lo nocivo y, por consiguiente, también lo justo y lo injusto, ya que es particular propiedad del hombre, que lo distingue de los demás animales, el ser el único que tiene la percepción del bien y del mal, de lo justo y lo injusto y de las demás cualidades morales, y es la comunidad y participación en estas cosas lo que hace una familia y una ciudad-estado."(Política, 1253a)


El carácter político del hombre se explica por su capacidad de lenguaje. La sociedad es una gran red de memoria compartida, de leyes, que nos in-forma y a la que nosotros vamos dando forma. Y esa enorme memoria está hecha de lenguaje. Sólo éste puede diferenciar lo bueno de lo malo, lo permitido de lo prohibido. Las leyes son lenguaje social y compartido por todos. La tarea del legislador será precisamente estipular las leyes y hacerlas cumplir. En toda sociedad hay siempre un elemento coactivo. La ley no da sólo derechos; también impone deberes.


Según Aristóteles, desde el punto de vista del individuo como miembro de una comunidad, el Estado en anterior al individuo, al igual que el todo es anterior a las partes que lo componen. El estado es concebido como un gran organismo autosuficiente y autónomo:


"Es evidente, por tanto, que también el Estado es anterior al individuo por naturaleza, pues si cada individuo, una vez separado o aislado, no se basata a sí mismo, debe ser referido al Estado total, igual que las demás partes lo son a su todo, mientras que un hombre ue es incapaz de formar parte de una comunidad, o que se basta a sí mismo, hasta el extremo de no necesitar esto, no es prte alguna del Estado, de manera que, o bien debe ser un animal inferior, o bien un dios."


Esta prioridad es debida a que sólo el Estado se basta a sí mismo, es decir; el Estado es autárquico y el individuo y la familia no lo son. Los seres humanos necesitamos de la comunidad política para ser lo que somos. Necesitamos compartir esa memoria colectiva de usos, costumbres, saberes, leyes, destrezas... en definitiva, cultura, para ser lo que somos. No podemos empezar siempre desde cero sin perder nuestra humanidad. El Estado existe naturalmente.


Esta prioridad del estado frente al individuo no supone, sin embargo, que Aristóteles defienda alguna clase de totalitarismo político o de anulación de las diferencias humanas. El Estado no es ningún fin en sí mismo, sino que su fin (telos) es la felicidad y la perfección de los ciudadanos. Ética y política se abrazan siempre.


Aristóteles criticará la teoría política de Platón, la utopía de la República le parece demasiado alejada de la realidad, y la política debe dirigirse a lo que hay, no a lo que nos gustaría que hubiera o a lo que debería ser. Aristóteles en bastante más empírico y realista que su maestro.
El Estado no puede consistir en una unidad perfecta, ya que ésto conllevaría su propia destrucción. Igual que en un organismo las partes que lo componen están diferenciadas entre sí, el Estado es un todo que abarca multitud de diferencias; y en ello consiste: en la regulación mediante leyes, de todas las diferencias, de todas las voluntades.


Tampoco estaba de acuerdo con la teoría platónica que proponía abolir la propiedad privada y que pretendía colectivizar las mujeres y los hijos: todo ello conllevaría la destrucción de la recta moral y del propio Estado.


En la práctica, constituir un Estado sólo es posible si se le dota de un sistema de gobierno, de un marco adecuado de leyes e instituciones que regulen la convivencia y permitan la plena realización de la naturaleza humana y su fin último que es la felicidad. La justicia es la virtud que asegura y consolida el orden en la polis, armonizando equitativamente los derechos y los deberes de todos los miembros de la comunidad. La postura política aristotélica es "naturalista" : el Estado es algo natural. No es fruto de un pacto o acuerdo entre hombres (contractualismo), sino que es consecuencia de la propia naturaleza humana.


¿Entenderán esto los políticos veracruzanos y mexicanos en general?

La virtud en los políticos

La virtud no es innata al hombre, como lo son las pasiones, instintos o tendencias. Si fueran propias de nuestra naturaleza, todos seríamos virtuosos por el mero hecho de ser hombres, y esto, desde luego, no ocurre. Pero, aunque no es un don de la naturaleza, la virtud tampoco es una ciencia, como sostenían los socráticos y Platón. No por conocer qué es el bien o qué es la justicia somos buenos o justos. No realizamos la templanza por el mero hecho de tener conocimiento sobre qué sea ella.

La virtud implica voluntad, obrar a sabiendas, con conciencia. No pertenece ésta sólo al orden del lógos, sinó también e inevitablemente al ethos, la costumbre, el hábito.

Las virtudes se adquieren a través de la costumbre, el ejercicio y el hábito. Nos acostumbramos a algo cuando repetidamente obramos de tal manera que se covierte en un hábito de nuestra conducta. No podremos ser justos sólo conociendo qué es la justicia. Debemos ejercitarla y a practicarla hasta convertirla en un hábito de nuestro comportamiento. Únicamente practicando la justicia, se puede llegar a serlo.
¿No es la POLÍTICA el espacio por naturaleza de la virtud?
¿No son, entonces, los políticos los primeros que, por ser sujetos PÚBLICOS, deberían ser los más virtuosos en beneficio de la CIUDAD?

Ética y política

La ética y la política se refieren ambas a la praxis humana, esto es, a las acciones que podemos realizar los hombres y a la dirección que vamos a dar a nuestra voluntad y libertad.La diferencia estriba en que la ética es una praxis íntima, personal y la política es la coordinación de muchas acciones y, por ello, en esta última hay que tener en cuenta la voluntad de los demás. La política gira en torno a las leyes e instituciones creadas para elaborarlas y administrarlas.
Ética y política no son simplemente teorías sobre las que los hombres dedican su estudio y se ponen o no de acuerdo. Son un hecho que no hay que demostrar. Todos los días tomamos opciones éticas o políticas porque no vivimos en soledad sino en comunidad. Nuestra naturaleza es plenamente social. Pues bien; Aristóteles era un meteco en Atenas, y por este motivo, no podía participar activamente en la política. Esto, sin embargo, no menoscabó su interés por el ámbito de la praxis humana. De hecho, nos ha dejado algunas obras que tratan estos temas con gran profundidad. Estudiaremos primero la ética y luego la política.